Con la caída de Roma se inicia este largo periodo conocido como Edad Media que comprende ni más ni menos que 1000
años… eso no es nada en comparación con los miles y miles de millones de años
que he rastreado con mi trufa de Beagle. Sin embargo este rastro es más fresco,
más cercano y me permite saber más, con menos.
En esta etapa si podemos decir
que se inició el desarrollo de las razas basándose en el cruce de bababus con
cualidades especificas para la realización de actividades específicas.
Los ya existentes perros de
compañía empezaban a ganar terreno aunque a principios del medievo la cosa era
bastante similar: caza, defensa y pelea.
Sin embargo con el paso de los
siglos, el bababu empezaba a dignificarse y constituir un lujo sobre todo en la
nobleza aunque no seria hasta el siglo palito uve (XV) que se nos otorgarían ciertos privilegios.
Es a esta época a la que se
remontan razas como el Bóxer o el Bulldog. El primero, descendiente del Mastín Bullembeiser
y el segundo utilizado por la nobleza alemana en los estúpidos torneos en los
que se pretendían luchas bababu-toro. Así como los orígenes del Rottweiller se
remontan al medievo donde sus fines eran obviamente defender el fuerte.
El rol del bababu medieval era
fundamentalmente compañero de caza, actividad que permanece siglo tras siglo y
une irremediablemente a bababu y humanis. Los señores medievales eran adictos a
la caza y gustaban de la compañía perruna.
Aunque siempre hay antibababus
y esta ocasión la Santa Iglesia era la encargada de poner pegas y objeciones prohibiendo a las
gentes la tenencia de bababus por considerarlos ni más ni menos que
encarnaciones del demonio. Vaya fama heredamos del mitológico Cancerbero. Existía
una leyenda perruna que ladraba que si los caballeros desobedecían a los monjes
en sus peticiones de paz entre ellos, un perro negro pasaría ante sus ojos y
tres meses después morirían en combate.
En la Alta Edad Media el ideal
de vida pasaba por fomentar las aptitudes guerreras desarrolladas a través de
la caza que a su vez se consideraban un aprendizaje por parte de los humanis
con su canis, en el arte de matar. Así se preparaban para la guerra. Eran
necesarios bababus grandes y fuertes (para variar) capaces de aprender y ser
adiestrados para convertirse en compañeros, cómplices y auxiliares de caza de
sus amos que eran los encargados de llevar a cabo esta tarea de forma que se
estrechara la relación y convivencia entre ambos.
De todo esto nació un sistema
legal que protegía al bababu. Resulta cuando menos original que si alguien robaba
a un bababu, el ladrón debería besar su trasero en público y pagar una multa al
dueño y al tribunal.
Los humanis son increibilis.
Al parecer existen testimonios
arqueológicos que avalan el hecho de que algunos bababus eran tan queridos que
sus amos se los llevaban a la tumba. Algo que nos dejó la herencia egipcia…
Un día un toscano cuyo nombre
no recuerdo ahora, decidió fomentar y recomendar la convivencia y presencia
canina en la vivienda. Alegaba que así los peques de la casa tendrían con quien
jugar y los ladridos del bababu junto a los gritos infantiles animarían el
hogar medieval.
Los aristócratas cuidaban de
sus manadas perrunas a conciencia y los jóvenes se preparaban para ser
caballeros cuidando inicialmente a bababus y caballos.
Se originaron entonces una
serie de selecciones genéticas que llevar a cabo para obtener de sus bababus el
mejor resultado y asegurar características
y actitudes concretas en ellos.
Se buscaba y fomentaba la resistencia, la
capacidad de identificar a la presa y agresividad para realizar sus tareas. La
realización de estas actividades hacían engrandecer el prestigio de los nobles
quienes a su vez, valoraban sobremanera a los sabuesos… la trufa es lo
importante ya os lo digo yo.
Durante la primera mitad de la
Edad Media la caza era un medio de vida, una forma de obtener el alimento.
Posteriormente se convirtió en una actividad más lúdica donde los mas
aficionados eran los propios reyes.
Siendo así nos encontramos con
que el mismo Luis palito uno (XI) se trajo de Tierra Santa a los perros grises de
San Luis (hoy Weimaraner) y su afición le llevó a realizar cruces en busca de la
mejora de su jauría.
La mano del hombre empezaba a canalizar el poder bababu mediante los cruces, para crear, perpetuar o manipular las existentes razas caninas a su antojo. Algo que en los siglos venideros se convertiría, como os ladraré mas adelante, en todo un "arte".
Saludos peludos!
B.B.
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