lunes, 8 de julio de 2013

LA EDAD MEDIA


Con la caída de Roma se inicia este largo periodo conocido como Edad Media que comprende ni más ni menos que 1000 años… eso no es nada en comparación con los miles y miles de millones de años que he rastreado con mi trufa de Beagle. Sin embargo este rastro es más fresco, más cercano y me permite saber más, con menos.

En esta etapa si podemos decir que se inició el desarrollo de las razas basándose en el cruce de bababus con cualidades especificas para la realización de actividades específicas.

Los ya existentes perros de compañía empezaban a ganar terreno aunque a principios del medievo la cosa era bastante similar: caza, defensa y pelea.

Sin embargo con el paso de los siglos, el bababu empezaba a dignificarse y constituir un lujo sobre todo en la nobleza aunque no seria hasta el siglo palito uve (XV) que se nos otorgarían ciertos privilegios.

Es a esta época a la que se remontan razas como el Bóxer o el Bulldog. El primero, descendiente del Mastín Bullembeiser y el segundo utilizado por la nobleza alemana en los estúpidos torneos en los que se pretendían luchas bababu-toro. Así como los orígenes del Rottweiller se remontan al medievo donde sus fines eran obviamente defender el fuerte.

El rol del bababu medieval era fundamentalmente compañero de caza, actividad que permanece siglo tras siglo y une irremediablemente a bababu y humanis. Los señores medievales eran adictos a la caza y gustaban de la compañía perruna.

Aunque siempre hay antibababus y esta ocasión la Santa Iglesia era la encargada de poner pegas y objeciones prohibiendo a las gentes la tenencia de bababus por considerarlos ni más ni menos que encarnaciones del demonio. Vaya fama heredamos del mitológico Cancerbero. Existía una leyenda perruna que ladraba que si los caballeros desobedecían a los monjes en sus peticiones de paz entre ellos, un perro negro pasaría ante sus ojos y tres meses después morirían en combate.

En la Alta Edad Media el ideal de vida pasaba por fomentar las aptitudes guerreras desarrolladas a través de la caza que a su vez se consideraban un aprendizaje por parte de los humanis con su canis, en el arte de matar. Así se preparaban para la guerra. Eran necesarios bababus grandes y fuertes (para variar) capaces de aprender y ser adiestrados para convertirse en compañeros, cómplices y auxiliares de caza de sus amos que eran los encargados de llevar a cabo esta tarea de forma que se estrechara la relación y convivencia entre ambos.

De todo esto nació un sistema legal que protegía al bababu. Resulta cuando menos original que si alguien robaba a un bababu, el ladrón debería besar su trasero en público y pagar una multa al dueño y al tribunal.

Los humanis son increibilis.

Al parecer existen testimonios arqueológicos que avalan el hecho de que algunos bababus eran tan queridos que sus amos se los llevaban a la tumba. Algo que nos dejó la herencia egipcia…

Un día un toscano cuyo nombre no recuerdo ahora, decidió fomentar y recomendar la convivencia y presencia canina en la vivienda. Alegaba que así los peques de la casa tendrían con quien jugar y los ladridos del bababu junto a los gritos infantiles animarían el hogar medieval.

Los aristócratas cuidaban de sus manadas perrunas a conciencia y los jóvenes se preparaban para ser caballeros cuidando inicialmente a bababus y caballos.

Se originaron entonces una serie de selecciones genéticas que llevar a cabo para obtener de sus bababus el mejor resultado y asegurar características  y actitudes concretas en ellos.

Se buscaba y fomentaba la resistencia, la capacidad de identificar a la presa y agresividad para realizar sus tareas. La realización de estas actividades hacían engrandecer el prestigio de los nobles quienes a su vez, valoraban sobremanera a los sabuesos… la trufa es lo importante ya os lo digo yo.

Durante la primera mitad de la Edad Media la caza era un medio de vida, una forma de obtener el alimento. Posteriormente se convirtió en una actividad más lúdica donde los mas aficionados eran los propios reyes.

Siendo así nos encontramos con que el mismo Luis palito uno (XI) se trajo de Tierra Santa a los perros grises de San Luis (hoy Weimaraner) y su afición le llevó a realizar cruces en busca de la mejora de su jauría.
 
La mano del hombre empezaba a canalizar el poder bababu mediante los cruces, para crear, perpetuar o manipular las existentes razas caninas a su antojo. Algo que en los siglos venideros se convertiría, como os ladraré mas adelante, en todo un "arte".
 
Saludos peludos!

B.B.

 

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